Por Felipe González – La muerte de Leopoldo Calvo-Sotelo
No lo tuvo fácil como presidente del Gobierno, investido en circunstancias dramáticas, pocos días después de que fracasase el golpe de Tejero. Sin embargo, Leopoldo Calvo-Sotelo supo recomponer el gesto de los españoles, avergonzados por el esperpento del Congreso de los Diputados del 23 de febrero de 1981, y que nos retrotraía a los peores sueños de nuestra historia negra de los últimos dos siglos.
Desde el primer momento se preocupó porque el Golpe no fuese un elemento que distorsionase toda la vida política. Tampoco era fácil dirigir un partido como la UCD que se descomponía a ojos vista, después de la traumática salida de Adolfo Suárez de la presidencia del Gobierno. Fueron casi dos años en los que Leopoldo dirigió los destinos de nuestro país pensando en el futuro que teníamos que afrontar todos los españoles, sin sectarismos: consolidar un régimen democrático en España.
Hablamos mucho, nos veíamos con bastante frecuencia, más veces de las que trascendían a la opinión pública, porque eran tiempos difíciles en los que todos teníamos que remar en la misma dirección: consolidar la democracia y procurar que los sectores involucionistas estuviesen controlados. Eso exigía consenso y renuncia a posiciones propias, buscando el bien de todos los ciudadanos. Alguna vez he dicho que, en realidad, las renuncias no fueron tales, porque teníamos muy poco y lo importante era el objetivo común. Leopoldo Calvo-Sotelo lo entendió porque era y se sentía un servidor del Estado.
Supo resistir las presiones, que no fueron pocas, y convocó elecciones cuando se dio cuenta de que la agonía de la UCD era imparable y así no podía gobernar. Debió sufrir lo suyo cuando vio cómo se deshacía un partido que él había ayudado a crear, desde la primera línea, para dar soporte electoral a Adolfo Suárez. Y abandonó la política después de veintidós meses en los que nos rescató y a las instituciones del bochorno del intento golpista del 23-F. Era un hombre honesto que miró más allá de sus propios intereses, leal a la democracia y comprometido con el futuro de este país que le debe algo, bastante, de lo que hoy es.