Por Javier Llopis
Fuente: www.diarioinformacion.com
El reportaje ha hecho fortuna en todas las televisiones de España. Es una pieza periodística resultona y de fuerte impacto visual. Suele presentarse con titulares aparatosos del tipo «Ciudades fantasma al lado de mar» o «El sueño inmobiliario se convirtió en pesadilla». El argumento viene a ser siempre el mismo: el equipo de periodistas visita alguna urbanización costera de la Comunidad Valenciana, con centenares de chalés sin vender y muestra la desolación de estos pequeños pueblos artificiales que murieron antes de nacer, tras pincharse la gran burbuja del ladrillo. En medio de unas calles polvorientas con carteles de «se vende» enmohecidos, la crónica se completa con el toque humano de un par de entrevistas a los escasísimos vecinos que tuvieron la desgracia de comprarse una casa en una zona que ha acabado por convertirse en un paisaje de terror, en el que no existen ni los más mínimos servicios públicos. El macabro recorrido por la cara negra del urbanismo meditarráneo acaba con los lamentos de los propietarios y con maldiciones contra el promotor de la obra; que habitualmente ha desaparecido del mapa, dejando a todo el mundo en la estacada.
Aunque habitualmente se trata de investigaciones exhaustivas y detallistas, estos trabajos presentan siempre una importante laguna en sus planteamientos: nunca aparecen ni alcaldes, ni concejales de Urbanismo, ni consellers de Territorio. Viendo estos programas, uno se queda con la impresión de que estas urbanizaciones mastodónticas han crecido por generación espontánea y al margen de las regulaciones de cualquier poder público.
Los responsables políticos del desaforado boom urbanístico de la Comunidad Valenciana se han acogido a los beneficios de una ley de punto y final que han promulgado ellos mismos. En esta bendita tierra de leche y miel no existen responsables. Los alcaldes, los concejales y los consellers que han llenado de cemento nuestras sierras son unos espíritus puros y cuando alguien les pregunta por la crisis, le contestan que toda la culpa es de las maldades del gobierno Zapatero. Y se quedan tan anchos.