20 de abril de 2017
Una vez más asistimos a un proceso de primarias dentro del PSOE aunque, en este caso, nos encontramos con algo más que un simple proceso para elegir al Secretario General. Lo que está en juego no es si toma las riendas un candidato u otro, sino que esta vez estamos ante la elección también de un modelo diferente de partido.
Por una parte, Susana Díaz representa el centralismo democrático, con una visión de un PSOE que funcione con democracia representativa, es decir, los militantes eligen a la cúpula y estos tienen carta blanca para tomar decisiones. Díaz defiende un PSOE controlado desde arriba y muy de “aparato político”, como ha sido tradicionalmente.
Por otra parte, Pedro Sánchez defiende otro PSOE, más orientado a la izquierda y con mayores cotas de democratización interna, es decir, menor peso del aparato y mayor decisión de la militancia.
Pese a que todos los militantes compartimos multitud de valores e ideas progresistas, la cuestión de la organización interna o, dicho de otra forma, quién decide hacia dónde va el partido, se encuentra en una encrucijada entre alternativas tan antagónicas que no existe posibilidad alguna de “tomar la calle de enmedio”, como defiende el tercer candidato en discordia, Patxi López.
Ante esta tesitura, me viene a la mente el Congreso de Suresnes, un congreso en el que también se presentaron dos modelos de partido. Uno defendido por los más jóvenes, por las personas que estaban en contacto con la sociedad española del momento y que atendían a las demandas de la ciudadanía en unos momentos en los que asistíamos a un cambio social importante en muchos aspectos. El otro modelo que se nos presentaba a los socialistas era el llamado PSOE histórico, que era el “tradicionalista”, que había estado siempre en el exilio y que no conocía más allá de la España republicana y de la posguerra inicial.
Hoy, por paradojas de la vida, son esos jóvenes de Suresnes los que no ven, o no quieren ver, la evolución que ha sufrido la sociedad española y lo que la militancia socialista está demandando y espera del PSOE. Volvemos a estar ante dos modelos de partido, el del s.XX, que sigue demasiado supeditado a las decisiones de sus dirigentes, en el que las bases son meros espectadores salvo en los procesos de votación; y un modelo de partido en el que las bases son el eje fundamental y tienen una mayor participación y poder de decisión.
El modelo de partido que se defiende desde la candidatura de Pedro Sánchez es este último, el que demanda la sociedad y las bases, el de la participación y la autonomía, en el que el peso de los compañeros que estén en cargos sea el mismo que el de cualquier militante de base. Este es el verdadero significado de la frase «un militante, un voto”.
Entendemos que el PSOE del s. XXI debe recuperar su sitio en la izquierda, siempre en lucha con el PP y no a expensas de este. Pero sobretodo, un partido que se pueda defender en la calle. Es muy complicado para un militante defender ante los suyos, unas actuaciones en las que no creemos porque se basan en una concepción de partido anclada en el siglo pasado.
Necesitamos adaptarnos a nuestro tiempo, ocupar nuevamente el espacio que siempre ha sido nuestro y en el que realmente somos útiles hoy en día, un PSOE autónomo y guiado por la única brújula del interés general. Esto es tan sencillo como escuchar a nuestros militantes y votantes, sin duda a la vanguardia con respecto al actual aparato decisorio.
Sergio Carrasco Martínez