Por Patricia Hernández – elplural.com

2012 fue el primer año en la historia en que los españoles y españolas perdieron esperanza de vida

Seguimos en agosto y no estamos muy pendientes de las noticias. Tampoco parece que haya muchas en España, la verdad. Siguen sin cesar los crímenes machistas y son ya 31 las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, resucitan Gibraltar y nos desayunamos cada día con una nueva foto de repugnantes gestos fascistas de miembros de Nuevas Generaciones que en cualquier otro país hubieran sido expulsados fulminantemente, pero que en esto también…Spain is different.

Parece no obstante, que hemos pasado por alto, una noticia del pasado martes, que nos decía que el incremento de la esperanza de vida que hemos venido experimentando en España año tras año, se convirtió en retroceso en el año 2012 según Eurostat.

Así, 2012 por primera vez en la historia se convirtió en el año en que los españoles y españolas no tuvimos más esperanza de vida que el año anterior… sino menos. La esperanza de vida en España en 2012 fue menor que en 2011.

Era previsible, tanto que en esta misma columna ya escribí sobre eso hace unos meses.

La pensión de abuelos y abuelas se ha convertido en el único sustento de miles de familias de este país. El colchón de ahorros, cada vez más fino, de nuestros mayores ha permitido que muchos niños y niñas, que muchos nietos y nietas, puedan simplemente comer…

Una generación de españoles y españolas, que crecieron entre estrecheces, sacaron adelante a sus hijos con incontables sacrificios, que se deslomaron trabajando día tras día para construir un futuro, reciben hoy con los brazos abiertos de nuevo en sus hogares a sus hijos hijas y nietos.

Ahora, cuando les tocaba descansar, disfrutar con los derechos que habían peleado y conseguido, mirar al pasado con la satisfacción del trabajo bien hecho, cuando les tocaba disfrutar de lo vivido y de lo que les quedaba por vivir. Tienen que “arremangarse” y volver a “apechugar” con lo que viene… con menos energía probablemente, pero con más fuerza y coraje si cabe que en años anteriores.

Y en esas estaban, estirando la pensión como podían, con la responsabilidad del que se sabe imprescindible sustento de muchos, llamando a la hija que lleva nueve meses en paro para ver si necesita una “ayudita” dándole “a escondidas” 30 euros a la nieta, para ese manual de derecho administrativo que papá no le puede comprar… cuando se dieron cuenta de que la pensión no llegaba para nada más, que los “ahorritos” se habían terminado y que ahora, por culpa de una ministra que se gasta en tirar confeti para la fiesta de su hija lo que ella se gasta en un año en sacar adelante a su familia, tiene que pagar por sus medicinas.

Ha ido al doctor y le ha preguntado cuál se puede dejar de tomar. Y como le ha dicho que ninguna, ha decidido ella… éstas… éstas son las más caras.

Esto está pasando, desgraciadamente no es un cuento. ¡Ojalá lo fuera!

Abuelos y abuelas sienten que su enfermedad es una carga que no pueden permitirse y renuncian a las medicinas que necesitan para comprar las que se pueden pagar, es la medicina o la comida, también la de la niña, y ella tiene la elección clara.

Abuelos y abuelas que de la noche a la mañana de su ya mermada pensión le sacan un bocado para las medicinas, otro para el transporte sanitario no urgente y quieren cobrarle también por las muletas que necesitarán el mes que viene, todo esto junto con la retirada de la ayuda que tenía como dependiente.

Ahora cuando les tocaba a ellos, los de los sobre-sueldos no sólo les dan la espalda sino que aniquilan los derechos por los que lucharon y los abandonan, las abandonan a su suerte.

Patricia Hernández es diputada socialista en el Congreso

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