Puede parecer una paradoja, en unos momentos donde la política, y especialmente los políticos, se encuentran tan denostados, reivindicar el papel de la política y de los políticos. Lo hago convencido de que la política, como la libertad, son para la democracia como el aire para respirar.
Debemos aprender de la historia, por mucho que algunos, algunas, se empeñen en borrar algunos capítulos. Toynbee decía que no se puede vivir de espaldas a la historia. Permitidme que lo haga, por un lado, poniendo en valor uno de los periodos más fructíferos y de mayor desarrollo de nuestro municipio, y, por otro, poner en evidencia, que hay otras formas de hacer política, y otros modos de gobernar.
La culminación de la transición política en Ibi se produjo en la primavera del 83, cuando surgió de las urnas un gobierno municipal progresista ampliamente respaldado por la ciudadanía y liderado por el Partido Socialista. El Estado Democrático y de
Derecho acababa de echar a andar, y, con todos mis respetos con respecto a la primera legislatura, protagonizada por la UCD, a la que no quiero restar ningún mérito, afirmar que la sociedad estaba en aquellos momentos, quizá como ahora, ávida de otras formas y modos de gobernar.
Un 23 de mayo, ahora se cumplen treinta años, se constituía el segundo Ayuntamiento Democrático, y un nutrido grupo de mujeres y hombre nos aprestamos a transformar profundamente la sociedad, el país, nuestros pueblos. Pretendíamos, y lo hicimos, de la mano de la ciudadanía, de la mano de los sindicatos y de los empresarios, de las asociaciones y organizaciones sociales que recientemente se habían constituido, y muchas otras que contribuimos a su aparición.
Ibi, sumido en una profunda crisis social y económica, como consecuencia de la segunda crisis del petróleo, asentado en el monocultivo industrial del juguete, que hacia agua como consecuencia del desbordamiento del coste de las materias primas y de la nociva y desbocada competencia asiática; lo que provocó niveles desconocidos de desempleo, como resultado de una alta morbilidad de las empresas del sector tradicional. Por lo que para aquel Ayuntamiento, la prioridad absoluta fue recuperar el pulso industrial y económico, cuestión a la que nos aprestamos desde el primer día. Y en paralelo, y sin regatear esfuerzos y medios, nos dispusimos a construir, equipar y vertebrar la ciudad en todos sus aspectos: el social, el cultural, el sanitario, el deportivo, el institucional, el territorial, el medioambiental y urbanístico, todo ello con la colaboración inestimable del resto de administraciones. Por lo que en unos años, con todos sus defectos si cabe, se logró recuperar, con el esfuerzo de todos, un largo periodo de prosperidad, un moderno tejido productivo, más diversificado y eficiente, que permitió a nuestro pueblo encarar con confianza, sin sobresaltos ni escándalos, y con una alta y positiva proyección exterior, el actual siglo XXI.
Y con respecto a la segunda cuestión, modestamente estimo, hay que dejarse de eufemismos. Atravesamos tiempos muy difíciles, muy graves sin duda, pero no peores que los que acabamos de relatar, por lo que procede un cambio en clave progresista, y, de nuevo, de la mano de la ciudadanía y sus agentes, afirmando, como lo hiciera rotundamente Raymond Aron, que resulta ineludible “que los gobernantes ejecuten la voluntad de quienes les han elegido, puesto que en ello reside el principio mismo de la democracia”. Hay que armar ética y moralmente a la sociedad y a las instituciones públicas, entre las que incluyo nuestro Ayuntamiento. Habrá que esperar pues, acaso, una nueva primavera.
Vicent García i Pascual
Mi reconocimiento y mi agradecimiento a aquel periodo Histórico del renacer social y Democrático de nuestro pueblo. Fue un periodo de Luz y de Ilusión.
En la segunda cuestión, todos los demócratas de cualquier signo debemos poner nuestro esfuerzo, en especial los progresistas e izquierdas, en liderar un cambio regeneracional acorde con los intereses de la ciudadanía.
Totalmente de acuerdo. El Ibi de hoy no se podría entender sin ese periodo, aunque a algunos les cueste aceptarlo. Y es con ese entendimiento y diálogo entre todos los agentes sociales como se puede salir de esta, sin sectarismos, sin sobresaltos, sin exclusiones y con mucha ética tanto en la sociedad, como en las instituciones.