Desde que el PP llegó a lo que llamamos gobierno (para ellos simple poder) venimos sufriendo de la multitud de recortes que nos imponen teniendo como excusa la austeridad.
Los últimos recortes son un auténtico hachazo: privatización de servicios ferroviarios, transporte público y servicios portuarios, subida del IVA al 21 %, supresión de una paga extra a los funcionarios, supresión de la deducción por compra de vivienda, reducción de prestaciones de paro,… Todo esto se suma a lo que ya nos habían aplicado, como el tijeretazo en Sanidad, donde se han recortado más de 526 millones de euros y de los que ya estamos viendo los efectos en hospitales de nuestra comunidad (pasillos llenos, quirófanos cerrados, copago en medicamentos….).
Hace unos días, en el periódico El País, una mujer escribía indignada ya que estaba embarazada, tenía una cesárea programada y finalmente no se la hicieron y la mandaron a casa hasta nuevo aviso porque, tras los recortes en Sanidad, se habían reducido las plazas hospitalarias y no había una cama libre en maternidad ni para ella ni para su futuro hijo. ¿Creen que los recortes no nos afectan?
También nos hemos manifestado en contra de todos los recortes en educación (eso tan necesario que a muchos les falta) donde una poda de 27 millones de dejan a multitud de familias sin opción a becas de libros o comedor. Con esta área, una de las más afectadas, la opinión pública ha sido muy injusta. Muchos aplauden las bajadas de sueldo a los profesores, el recorte de sus vacaciones y el incremento del número de alumnos por aula. Para empezar, si alguien tiene un familiar o amigo profesor sabrá que por las tardes siguen trabajando. En casa corrigen ejercicios, confeccionan, se reúnen con padres, corrigen exámenes o preparan la clase del día siguiente. Tampoco hay que minusvalorar el esfuerzo que supone trabajar frente a 40 alumnos. Posiblemente, antes de juzgar el esfuerzo de los demás por las apariencias habría que probarlo. No nos olvidemos que de los profesores depende la educación de nuestros hijos, los responsables (junto con los padres) de que salgan del colegio con una buena base para el futuro.
A pesar de lo que nos hemos quejado, gran parte de la sociedad (desde mi punto de vista) sigue dormida. Muchos creen que esto no va con ellos, que no les está afectando el bolsillo y que para qué van a quejarse por algo que no les influye, que nada tiene que ver con ellos.
Otro ejemplo muy claro de que todos estos recortes tienen efecto directo en nuestras vidas tiene que ver con el tijeretazo del 30% de presupuesto en prevención de incendios de nuestra comunidad. Quizás nadie pensó que este brutal “reajuste” (como le gusta llamarlo a los que nos gobiernan) no iba a perjudicar a nadie, sólo al personal de emergencias y bomberos que se iban a quedar en la calle. Y seguramente pensaban esto hasta que hace dos semanas se desataron dos incendios en Cortés de Pallás y Andilla. Por culpa de estos recortes no había un plan de prevención, los efectivos no fueron suficientes, tardaron más de 48 horas en llegar a las zonas afectadas, las personas que trabajaban en la extinción de sendos incendios tuvieron que trabajar durante más de 30 horas seguidas (por lo que hubieron dos accidentes de helicóptero en los que falleció un piloto). Todo esto propició a que se quemaran unas 50.000 hectáreas. Y si a todo este le sumamos que hace unos meses el gobierno valenciando del PP pretendía modificar la Ley de Montes para que se pudiera urbanizar en suelo arrasado por el fuego, poco más podría yo añadir.
El último y doloroso incendio tuvo lugar este pasado jueves cuando las llamas arrasaron la cercana Sierra de Mariola.
Un poeta griego decía que “El pueblo, el fuego y el agua no pueden ser domados nunca”. Este incendio nos ha enseñado que el fuego y el agua no son domesticables. ¿Demostremos los ciudadanos que el pueblo tampoco?