Francisco Camps, imputado por la justicia, presidente del Gobierno valenciano bajo sospecha, que no ha sido capaz siquiera de dar una versión al menos verosímil sobre los trajes que le regaló Álvaro Pérez, alias el Bigotes -uno de los jefes de la trama Gürtel- fue ovacionado por sus compañeros de partido en la Convención del PP en Sevilla. Esa ovación retrata con gran precisión la deriva permanente del PP, orientada a convertir a los suyos, atrapados o implicados en asuntos de corrupción, en víctimas a proteger.
No deja de ser asombroso -o, mejor dicho, de un cinismo colosal- que la presentadora de Camps fuese Ana Mato, autora hace aproximadamente un año, del denominado Código de las Buenas Prácticas o Código Ético de la derecha española. No se trata de una casualidad, sino que ratifica el casi nulo aprecio que tiene Rajoy por limpiar su casa de posibles truhanes.
Ya fue un escándalo que Mato redactara semejante Código, entre otras razones, no menos contundentes, por cierta cercanía personal, un tanto equívoca, con la Gürtel. Su texto además –aprobado por Mariano Rajoy, naturalmente-, resulta más benévolo o complaciente con los trasgresores que el Código popular anterior, impulsado por José María Aznar antes de ser presidente del Gobierno.
Mato, en su presentación de Camps, acusó al PSOE de haber “intentado todo contra él,” utilizando “las peores artes”. Esta frase engarza de manera milimétrica –si nos ubicamos en el fondo de la cuestión- con lo que ha sido, desde que le estallara a Camps el caso Gürtel, la estrategia que el líder de la derecha valenciana y Rajoy han llevado a cabo. Y que se resume en que el culpable de no pocos presuntos delitos no es ni Camps ni ninguno de sus hombres o mujeres de confianza. El culpable es el PSOE o el Gobierno Zapatero.
En uno de los numerosos homenajes que se le han tributado –como desagravio de los sufrimientos que le hacen pasar los malvados socialistas-, Camps llegó a decir que nos hallábamos en una situación muy grave, porque José Luis Rodríguez Zapatero nos estaba llevando a un “Régimen de Terror”. Asimismo, el discurso que leyó ante sus fieles el día que se supo el affaire de los trajes no pudo ser más venenoso y demagógico. Confundió de forma deliberada la España actual con el nazismo para así eludir sus responsabilidades judiciales y políticas.
Pues bien, el partido que se ha instalado en la euforia del triunfo –con Rajoy soñando cada noche con llegar a la Moncloa- es el partido que aplaude con entusiasmo a personajes como Camps. Es el partido cuya secretaria general, María Dolores de Cospedal, va propagando por ahí que nos encontramos a muy pocos metros ya de ser un “Estado Policial”. Es el partido que se agarra con pies y manos a la presunción de inocencia para apoyar a presuntos corruptos, pero que no duda en criminalizar al PSOE, sin prueba alguna, por los sucesos recientes de Murcia. Es el partido en el que un neofascista como, de facto, es Jaime Mayor Oreja, acusa a Zapatero de ser, por un lado, partidario de la “cultura de la muerte” y, por el otro, de intoxicar sin descanso a la opinión pública, proyectando la imagen de un Gobierno -el español- cogidito de la mano con los asesinos de ETA. ¿Es el partido que mezcla derecha y ultraderecha? Sí, es éste.
Por Enric Sopena